Desde la infancia me han mostrado la importancia de ser agradecida. Esta expericencia vivida en Jerusalem le dio un nivel más profundo a la palabra, me ensanchó la mirada y la forma de relacionarme, por eso quiero compartirla contigo.
La gratitud genera encuentro entre culturas y religiones
Descubrir como la gratitud genera encuentro entre las cultura y las religiones, fue una de mis experiencias más profundas. La tuve en Israel, en el muro de las lamentaciones, empatizar con el deseo de una madre, su agradecimiento posterior y su acogida, me permitió reconciliarme interiormente.
Habíamos preparado el viaje con mucho cariño, detallando los lugares que queríamos visitar… Sin embargo, la experiencia de ver -a todos los niveles-, el inmenso muro que separa la parte judía de la parte palestina, las peleas entre religiones por un trozo de tierra o edificio, el poco respeto entre personas… me habían removido por dentro. No podía ver la belleza, la luz, la historia, la cultura hasta que llegamos al muro de las lamentaciones.
Este muro es lo único que queda del templo. Para los judíos, “Dios está allí”, eso lo hace un lugar sagrado y evidentemente muy especial. Nuestro guía, un monje Capuchino, con mucho cariño, nos informó del protocolo, nos había avisado del respeto que era necesario, de su significado y que hombres y mujeres disponían espacios separados.
Las mujeres que formábamos parte del grupo, nos dirigimos a donde se nos indicó. No sé el número que éramos, pero nos tocábamos unas a otras, costaba avanzar. Justo delante de mí, había una madre con tres niños, uno enganchado en su pierna derecha de unos 4 años, otro en la izquierda un poco menor y un bebe en sus brazos, que no sé si tendría el año. Podía percibir el deseo de esa madre porque sus hijos tocaran el muro, porque estuvieran cerca de Dios, y lo que eso significaba para ella. A la vez, la angustia de esos niños por la opresión de tanta gente a su alrededor, no podían llegar.
En aquel momento, me paré, e hice espacio a mi alrededor, eso permitió que los cuatro pasaran y pudieran llegar a tocar el muro. Aquella mujer, sin dar la espalda al muro, se giró junto con el bebé. Sin decir una sola palabra, me mostró un gesto de agradecimiento profundo y el bebé una sonrisa, de esas que llevan “chispa” y que no podré olvidar en mi vida. ¡Me conmovió!, llegó a lo más hondo de mi ser, pude sentir lo que significaba eso para ella y produjo en mí un cambio de mirada.
Después, entramos en la sinagoga, a mí se me dio un libro de oración, que yo evidentemente no entendía, pero me sentí acogida, me encontré con ellas. Ese día un grupo de mujeres de diferentes idiomas, religiones, países, culturas, compartimos un momento de encuentro y oración, cada una desde nuestro lugar, con libertad y respeto. A mí me permitió ver la transformación que podemos generar cuando empatizamos, agradecemos, compartimos. Me hizo ver que el encuentro, la reconciliación es posible. Me permitió, a partir de ahí, ver que la belleza siempre está, pero requiere un cambio de mirada, desde el corazón, desde la reconciliación.
Esta experiencia me llevó a ensanchar la mirada, me abrió al encuentro con la persona independientemente de su cultura o religión. Me permitió descubrir una forma de relacionarme desde otro lugar.
Seguramente, tú también has tenido alguna experiencia que de una manera u otra ha cambiado forma de relacionarte con los demás. Me encantaría que la compartieras con nosotros en los comentarios.
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